Antes de que pudiera darme cuenta lo
había convertido en mi búnker, un cobijo bajo tierra en el que esconderme del
mundo. Cerré la puerta herméticamente y al darme la vuelta para observar donde
estaba me topé con almas en busca de un cuerpo. Les miré a los ojos y pude ver
que no éramos tan diferentes. Todos huíamos de algo: del tiempo, de nosotros
mismos, o simplemente del frío. Parece que fue ayer cuando nos enseñaron a
coser los rotos, a tapar las grietas con
vinagre, a dar forma a la vida. Y ahora míranos, viendo como cambian
los relojes a ver si consiguen detener a alguno. A pesar de que aprendimos que lo fugaz no se olvida no estoy preparada para
salir de aquí. Se que las cosas no serán siempre del color
que aparentan, y que si busco algo tendré que encontrarlo por mi misma aunque esté escondido en lo profundo y tenga que quemarme, a mil grados si es preciso. Se que con el tiempo me ensuciaré, pero hay un pequeño truco y es que si algo no te sale bien basta con cortar
por la base y volverlo a levantar. No es fácil recomponerte cuando has descubierto que
algo roto puede ser incluso más bonito de lo que era. Así que adelante, hazlo
sin miedo, si lo vas a romper que sea contra el suelo. Voy a seguir aquí como
cada mañana, mirando como lo destruyes una y otra vez para poder unirlo de
nuevo. Sé que cada fractura es un aliento más pero tienes que parar. Te untas
los dedos en cola y los deslizas por el lado cortante, te hieres, y sangras un
poquito, como si lloraras por las manos. La cola y la sangre al cortarte con
algo preciado crean un vínculo, un
pegamento capaz de unir universos paralelos como los nuestros. Pero lo de
hacerte la ingenua no durará mucho, tarde o temprano te cansarás fingir que no
sabes cuidar de las cosas frágiles. Sé que vas a seguir hasta no dar más de si
pero el as que guardas entre los pinceles no te servirá y temo que te
decepciones.. no te he dicho nada pero el adhesivo que llevas atesorando
durante meses tal vez dos universos si, pero cinco no los mantendrá unidos por
mucho tiempo.