jueves, 28 de junio de 2012

Prometiste París
























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Ahora me siento tan mentirosa que no me extraña que arrancaras el amor de tus paredes. En días como este aún sin ser domingo echo mano de esa cajita en la que guardo nuestra vida juntos, intensamente breve aunque, vidas mas cortas se han visto, algunas incluso de cinco minutos. Guardo tus memorias de viajes fugaces que ya no recordarás. En un sobre escondidas, están todas las promesas sin cumplir. Supongo que ya nunca nos besaremos en cada esquina de París. En un rincón temblando queda esa frase que solíamos usar cuando sucumbíamos a la desesperación “mientras nos queramos todo irá bien” un recurso que poco después pasó a ser una broma de mal gusto. Es complicado, tienen que compartir espacio con todo el resentimiento acumulado y entonces parece que a pasado una eternidad. Quedan restos de alguna que otra promesa cumplida, esas son las peores. Nunca sentiré lo mismo por nadie. Lamento el día en el que creí lo que estaba diciendo, no hay manera de desprenderse de ello. Es increíble que quepan dos años en una caja tan pequeña, por eso siempre hay algún recuerdo mas arrugado de lo normal. Intento rescatarlos lo menos posible, me da miedo empaparlos. Con  tanta presión un día estallará en mil confetis de colores… las mariposas huirán volando, como tu haces ahora, y por mas que deje la ventana abierta no volveréis. 



martes, 19 de junio de 2012

Noveno intento


Me declaro oficialmente perdida a la espera de una huida fácil. Y me encuentro desvestida, dibujando en tus cristales con las yemas de mis dedos cualquier día de lluvia en el que pudimos haber escapado. Pero no lo hicimos. Soy todas las orquillas perdidas entre tus sabanas, tú el coleccionista de pequeños tesoros que detesta seguir encontrando restos de una invitada de pies descalzos, que inexplicablemente le dio sentido a tu vida. Que hace de la cama un castillo en el que soñar y que tira por los suelos tus teorías sobre el amor. Ya no traigo mi respiración acelerada a tus frías mañanas, ya no vengo cargada de búhos que saltan de sus costuras para aferrarse a tu piel. Me faltan excusas para colarme en tu cama, me sobran motivos para escribir. Tal vez sea cuestión de tiempo que olvide los motivos que me hacían volver, pero es que no todos los días conozco a alguien capaz de decir “nena” con encanto. Y aunque nunca me habían parecido tan eternos los semáforos, ni tan hipócritas los domingos sigo buscando el “si” que mis labios no se atrevieron a pronunciar cuando me preguntaron _ ¿estás curada? _ Debe de haberse escondido en tus ojos de nomeolvides, pero ya sabes que ahí no volveré a buscar jamás.