jueves, 28 de febrero de 2013

M de Laura


Me. Mi. Me. Conmigo.
Me. Nosotros. Mío.
M, mayúscula de emigrar, de embalsamar el mar.

Mejillas amoratadas por la melancolía, olvidar el margen.
Masticar el mal mayor, merendar el dolor.
Malacostumbrar a la mentira a lamerle las heridas.
Mantener al malabarista, a ese manojo de medias noches.
Manosear tus manías, dormir con ellas, hacerme trizas.
Muerte: Desmenuzar la maraña del crimen, comer de las migas.

Mermar la madurez, sacudirme de pieles de mandarinas, y salir,
A mendigar emociones, a memorizar callejones al amanecer.
Vámonos sombra, cama y problemas. Domingos de mal humor
Y normas memorizadas a base de magulladuras en “dime, dame, tenme y… échame”
Importante entre comillas, como la “M” de millones y millones de naranjas sin mitades, como millones y millones de “ódiame”, que llego tarde.
Tirar millas hacia la puerta, con insomnio en la maleta y un portazo en cada mano.

Y mentís, como la maniobra de no escapar y siempre, siempre amenazar con volver.
Meñiques que oprimen ese “noseque” hasta romper, y la membrana por donde escapa la necesidad de empezar una y otra vez.
Minúsculas que marchan allí y allá, a donde puedan ser diminutas, microscópicas para  clavarse como “emes” en el fondo de tu ser, donde tú y yo nos escondimos por última vez.

1+1= infinito 


domingo, 10 de febrero de 2013

la memoria es una habitación a media luz.




Cariño. Me he vuelto a perder mientras intentaba recordar el camino a casa. Afronté infinitos domingos, fui a contracorriente como no podía ser de otra manera. Pero ya no hay mas… los recuerdos se deshacen y los vacíos me arrinconan preguntándome que va a pasar ahora que he roto mi disfraz. Me meto en los bolsillos todos los momentos que quedaron después del último portazo, y hecho a correr mientras algunos se caen por el camino. Intento esconderte en los rincones donde no llega nadie, en la dulce contradicción como cuando dije –no te quiero- y mis ojos gritaron –mentira, mentira!-
Creo del todo que es culpa mía, por escribir siempre a lápiz sobre la misma hoja y arrastrar tu cadáver. De la estación de tren hasta casa, de ahí a la cama, tropezando con cada escalón que regala una melodía distinta dependiendo del hueso con el que choca. El viento golpea la ventana y entra para bailar entre tus costillas. Los pájaros se posan en ellas, como queriendo ser enjaulados y revolotean eufóricos, -¿creerán que tienes estómago?- Te cubro con la manta como tu hiciste conmigo en el día más frío del mundo, mientras el gato negro nos sigue mirando impasible. Siempre me tuvo manía. La muerte pasa por delante de nosotros, mirándonos a los ojos, señalándonos con el dedo corazón. Y aun estando al lado, nos parece tan lejos… Sé que si pudieras hablar me pedirías que te dejara ir, y aun pareciéndome oír tu voz me aferro a volver, a caminos de ida sin vuelta, a semanas de dobles domingos, a manchar la misma hoja, borrón, tras borrón, tras borrón.