Me. Mi. Me. Conmigo.
Me. Nosotros. Mío.
M, mayúscula de emigrar, de embalsamar el mar.
Mejillas amoratadas por la melancolía, olvidar el margen.
Masticar el mal mayor, merendar el dolor.
Malacostumbrar a
la mentira a lamerle las heridas.
Mantener al malabarista, a ese manojo de medias noches.
Manosear tus
manías, dormir con ellas, hacerme trizas.
Muerte:
Desmenuzar la maraña del crimen, comer de las migas.
Mermar la
madurez, sacudirme de pieles de mandarinas, y salir,
A mendigar
emociones, a memorizar callejones al amanecer.
Vámonos sombra,
cama y problemas. Domingos de mal humor
Y normas
memorizadas a base de magulladuras en “dime, dame, tenme y… échame”
Importante entre comillas, como la “M” de millones y millones de
naranjas sin mitades, como millones y millones de “ódiame”, que llego tarde.
Tirar millas hacia la puerta, con insomnio en la maleta y un portazo en
cada mano.
Y mentís, como la maniobra de no escapar y siempre, siempre amenazar con
volver.
Meñiques que oprimen ese “noseque” hasta romper, y la membrana por donde
escapa la necesidad de empezar una y otra vez.
Minúsculas que marchan allí y allá, a donde puedan ser diminutas,
microscópicas para clavarse como “emes”
en el fondo de tu ser, donde tú y yo nos escondimos por última vez.
1+1= infinito |