lunes, 15 de agosto de 2011


Pero ella echaba en falta noches de esas en las que oscurece por momentos, azul oscuro casi negro. Compartir un capuccino y dejarle el último sorbo de nata. Que le susurre al oído cosas demasiado importantes como para querer entenderlas. Que el cielo amenace tormenta. Estar en la cama... asomarse por la ventana, sacar la lengua. Que él la tape con la manta mientras le lee   “The Nightingale and the rose”. Que los relámpagos sean la única luz y la lluvia la banda sonora de la noche. Dormir en un rincón de la cama sin el miedo a despertase sola. Que las cosas vuelvan a ser fáciles.



  
“Dame una rosa roja”, dijo suplicante,  “y te cantaré la más dulce de mis canciones”. 
Todabia recuerdo la primera noche que me leíste esa historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario