miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mientras le escribía esas palabras en el cabezal con tinta invisible le susurraba con voz dulce “así será imposible que lo olvides”. Quizás fuera la oscuridad,  o el alemán que balbuceaba, pero desde aquel día, todas las noches ella apagaba las luces y caía rendida en la cama de su habitación iluminada por cientos de “te quiero”
Pero, no contaba con aquel que todo lo estropea, el tiempo. En el verano siguiente pintaron las paredes tapando las promesas, se cubrieron de cuervos negros, de árboles del revés y de complicaciones
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