Cuando solo le quedaba un intermitente hilo de vida un derechazo apago la ultima luz que yacía encendida, en un rincón, escondida de la oscuridad, intentando pasar desapercibida.
Fue una forma brusca de dar la bienvenida a la muerte que sabia se instalaría durante una larga e interminable temporada y llenaría cada grieta de polvo de recuerdos, de ese polvo que hace que estornudes constantemente y se te irrite la nariz.
No era el miedo lo que mas dolía, sino saber que eso era lo que tenía que ocurrir, era cuestión de aceptarlo y aguantar una vez más el chaparrón. Ya no había chubasquero que le resguardase, ahora solo podía ponerse las botas y saltar en cada charco, como cuando estaba el.
Solo obtuvo serenidad al escribir. El escribir, en mas de un aspecto le había salvado la vida.