Para ti que todo desaparece.
Que nunca nada ha existido en realidad.
Nunca nada, excepto yo.
Deseaba una muerte sencilla. Como un parpadeo, invisible y suficiente.
Que mi último recuerdo fuera el peso de tu ojo a dos centímetros de mi pupila,
dilatada de claustrofobia.
Nunca nada, excepto yo.
Deseaba una muerte sencilla. Como un parpadeo, invisible y suficiente.
Que mi último recuerdo fuera el peso de tu ojo a dos centímetros de mi pupila,
dilatada de claustrofobia.
Y luego nada. Calma.
La nota final de aquella melodía que sigues tarareando des de la ventana.
Nunca sabrás que cantas por los olvidados.
Que un día al salir de casa pensaste -creo que me dejo algo-.
La nota final de aquella melodía que sigues tarareando des de la ventana.
Nunca sabrás que cantas por los olvidados.
Que un día al salir de casa pensaste -creo que me dejo algo-.
Y ya no supimos si habíamos sido
nosotros mismos.
O si fueron otros disfrazados de un Tú y un Mí quienes olvidaron decirse que querrían crecer.
Que habían otras direcciones aunque no las quisiéramos ver.
O si fueron otros disfrazados de un Tú y un Mí quienes olvidaron decirse que querrían crecer.
Que habían otras direcciones aunque no las quisiéramos ver.
Y
tantas veces grité -lárgate!-, que abrí la puerta para dejarte ir,
y fuiste más mío que nunca.
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