-Solo necesitamos gasolina y mucha música, la nieve ara el resto.
Con esa frase empezamos el viaje, cantando durante horas, con la calefacción a máxima potencia, haciendo rugir el motor de nuestros corazones. De vez en cuando parábamos a repostar con un beso y yo iba inmortalizando cada movimiento. Sujetabas el volante con la mano izquierda mientras que, con la otra guiabas la mía, puesta en el cambio de marchas. Podía sentir como vibraba la velocidad entre nuestras manos y me acariciabas con la yema de los dedos.
De vez en cuando hacías un gesto alzando el brazo al ritmo de U2 y luego cojias una galleta sumamente azucarada de mi regazo, algunas las partía en dos mitades y te la daba, como si de mi corazón se tratara, y te observaba masticarla…
Conforme las canciones pasaban todo se volvía blanco. Bajábamos las ventanillas y yo sacaba los brazos, respiraba el aire de la montaña nevada y me sentía águila. Por un rato bajamos y me pude estirar sobre la nieve, la sensación de frío era tan intensa… recuerdo que al levantarme me sacudiste el polvo blanco y me besaste en la nariz. A decir verdad, pasamos la mayor parte del tiempo dentro del coche, tapados con la manta y tomando te. Cualquiera pensaría que habíamos trasladado tu cama a los pirineos y esta se encontraba a 1.684 metros de altura por carreteras heladas en las que, solo estábamos nosotros y la niebla.
delicioso <3
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