lunes, 6 de febrero de 2012

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Es en ese fatídico momento en el que, sumergidos en la oscuridad y bajo un manto de plumas las manos recorren el cuerpo del otro de memoria, como si de dos ciegos se tratara. 
Los dedos se deslizan al compás de del bombeo, subiendo hasta llegar a los parpados cerrados, como si al abrirlos perdiera el efecto. Las respiraciones se sincronizan para poder inhalarse mutuamente, el aliento es el oxígeno del otro. Se devoran el alma. Te vuelves capaz de recorrer carreteras heladas en plena noche por una bocanada. Y entonces te das cuenta,  una incontrolable sensación de asfixia te oprime el pecho y solo se alivia cuando las manos se vuelven a encontrar.

Ahora tienes que aprender a respirar sola.

1 comentario:

  1. Cuando dos almas y dos cuerpos se unen todo parece posible...pero o debemos olvidar nunca ser uno mismo y tener nuestro propio espacio para respirar...Muy perturbador tu dibujo de esta semana...
    Un abrazo

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