Supongo que se quedó allí toda la noche,
con el motor encendido y los brazos cruzados,
reclinado en el asiento mirando el techo con ojos de aquellos días,
incómodo por tantos inviernos metidos a presión entre los asientos del coche,
ensuciados de quien sabe qué manos ajenas.
Faltó espacio.
Quiero pensar que se arrepintió de no coger mi última carta,
que intentó recordar la respuesta y no pudo,
o no supo porque ya era tarde,
o porque no era un niño, que es lo mismo.
Que el tiempo había vuelto a jugar en contra
y se nos reía de manera afónica des del retrovisor.
Que se había comprometido con la cómoda felicidad de los buenos días y los besos en la frente
porque no mata, no arde, no corazón en puño, no nada.
Sobrevivir otro verano no sirvió de nada.
Ni siquiera nos molestamos en fingir que volveríamos a vernos.
Ni siquiera fue un mérito sentirnos a salvo.
con el motor encendido y los brazos cruzados,
reclinado en el asiento mirando el techo con ojos de aquellos días,
incómodo por tantos inviernos metidos a presión entre los asientos del coche,
ensuciados de quien sabe qué manos ajenas.
Faltó espacio.
Quiero pensar que se arrepintió de no coger mi última carta,
que intentó recordar la respuesta y no pudo,
o no supo porque ya era tarde,
o porque no era un niño, que es lo mismo.
Que el tiempo había vuelto a jugar en contra
y se nos reía de manera afónica des del retrovisor.
Que se había comprometido con la cómoda felicidad de los buenos días y los besos en la frente
porque no mata, no arde, no corazón en puño, no nada.
Sobrevivir otro verano no sirvió de nada.
Ni siquiera nos molestamos en fingir que volveríamos a vernos.
Ni siquiera fue un mérito sentirnos a salvo.
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